La Purga de Benito

El yoga, tan saludable, nos «amenaza» desde la última película de Julia Roberts. No se equivoquen de ashram.

Escucho en la televisión que a los mineros chilenos atrapados bajo tierra les recomiendan hacer ejercicio y practicar yoga para no engordar. No vaya a ser que atocinados en la inactividad no los puedan sacar. Si fueran yoguis, además de mineros, su vida sería más fácil. De hecho, la vida de cualquiera sería más fácil como yogui. Si el yoga ayuda a conseguir buena salud, paz mental, equilibrio emocional, claridad intelectual y dos huevos duros, lo lógico sería que todo el mundo lo practicara. Y encima, como los diamantes, es para siempre. Ahí estaba Isabel de Baviera, la abuela de Balduino de Bélgica, practicando sirsasana, la postura sobre la cabeza, a los ochenta y tantos.
Los beneficios del yoga son innegables, aunque solo tomaras la parte física y desecharas el resto (ya, eso no sería yoga). En cualquier caso, con el yoga pasa como con las series de televisión, que parece que las hayan inventado ahora. Hay mucha tontería. La perfección espiritual se la pasan por el forro los practicantes de Ashtanga (más físico y energético) que menosprecian a los practicantes de Iyengar (de movimientos intensos pero a menudo diminutos). Por no hablar de los que se creen los más modernos por darle al Bikram Yoga: 90 minutos, 26 posturas y 40 grados en compañía de extraños sudorosos, incluida una diminuta ministra de Economía.
Lo que sí es cierto es que hay como una segunda ola de espiritualidad en Occidente. Se busca la iluminación instantánea. «Eat, pray, love» (Come, reza, ama), la novela de Elisabeth Gilbert, pinta el yoga como la purga de Benito, como un camino de perfección. Pero también es un negocio y una forma de ejercicio. El cuerpo se puede resentir y lesionar si el profesor no está cualificado. La iluminación tiene riesgos para el bolsillo y para la espalda. El libro de Gilbert ya era un éxito de ventas. Oprah Winfrey se encargó de señalarlo como un must-read (obligatorio de leer), llevando varias veces a la autora a su programa. El mensaje de «Eat, pray love» puede ser engañoso: debes gastarte tu dinero y viajar tan lejos como puedas para encontrar la felicidad. O sea, para encontrarte a ti misma tienes que ir al quinto pino.
Y sólo faltaba la película de Julia Roberts para que la locura (y el negocio) se desatara. Elisabeth Gilbert, escritora en crisis sentimental, se busca en un viaje y aprende una lección. Es una road movie con gurú y macizorro, si así se puede llamar a Javier Bardem. Que, vaya, si el camino me lleva a encontrarme con Javier Bardem y sus crocs mejor me quedo en casa comiendo panchitos.
El mercado de la espiritualidad
Después de ver la película es posible que muchas mujeres crean que la respuesta a sus problemas está en peregrinar a un ashram (lugar de meditación y enseñanza). Elisabeth Gilbert, aunque no lo nombre en el libro, fue a Maharashtra al de Swami Chidvilasananda, la gurú del Siddah Yoga. Te dice que tienes que mirar en tu interior. Te despierta la energía espiritual. Pero allí en la India, donde el turismo de meditación y yoga ha crecido. Como dice Gita Mehta, la autora de «Karma Cola. El mercado del Oriente espiritual» (Editorial Kairós), libro que escribió en 1979 narrando la primera ola de la búsqueda de la iluminación, la reverencia americana por los gurús es un chiste en la India: «La gente que viene cree que el gurú es la idea de la India. Y si tu gurú es un estafador y lo tomas como una figura paterna, entonces tienes un problema».
Hay maestros de verdad y negociantes que son maestros. En Pune, aunque retirado, está B.K.S Iyengar, el fundador del Yoga Iyengar y maestro de Yehudi Menuhin, que lo introdujo en Occidente. También enseñó al maestro Jiddhu Krishnamurti. Si el Iyengar Yoga se basa en tratar de lograr un reequilibrio del cuerpo a través del alineamiento correcto en las posturas y en estirar los músculos sin tensión ni rigidez, pues llega un gurú de occidente y decide que tiene que perfeccionar eso. Así, John Friends, el magnate fundador del Anusara Yoga, que basa su lucrativa variante en el alineamiento y el buen rollito.
Al rebufo de «Eat, Pray, Love», las agencias de viaje están ofreciendo paquetes EPR a Italia, India e Indonesia (los tres países que Gilbert visita en el libro). Lonely Planet da en su web sugerencias para revivir el paso de Gilbert por heladerías romanas, cursos de meditación en la India o surf en playas de Indonesia. Aunque todo ello esté alejado de la idea del libro: uno necesita forjarse su propio camino.
Carl Jung decía que el yoga en Mayfair, en la Quinta Avenida o en cualquier otro sitio con teléfono, era una falsedad espiritual. Pero la falsedad también está en uno mismo, con o sin teléfono. Aunque cantes Om en el quinto pino.